Trepo.
Han salido unos días de sol y hay que dejar el roquedo “a
punto”.
La vegetación se ha apropiado del terreno creando alianzas
poco adecuadas: no he de confundir un boj autóctono, de madera compacta y
flexible y raíces penetrantes en el suelo con ese boj que no es boj, de
cobertera, con hojas pequeñas y ramas enclenques que parten de un sustrato poco
asentado. Si te agarras del primero podrás salvarte de la caída, pues es raro
verlo mezclado con plantas espinosas y aguantará tu peso sin quebrarse. Agarrar
ese boj da confianza en las subidas y bajadas entre rocas y peñascos. El
segundo se parte con sólo mirarlo y al ser tan tupido es el escondrijo ideal para
la zarza que crece kilométrica sujetándose cada dos metros en el terreno
mediante nuevas raicillas y se aferra con fuerza a otras zarzas.
Trepo.
No es fácil cortar ramas y zarzas en determinadas
posturas, requiere concentración para saber cuánto puedes llegar a tirar de la
liana espinosa que cuelga enmarañada unos metros más arriba. Lo bueno es que
conozco el terreno: Roquedo situado al norte del cementerio parroquial del pueblo de Abaurrea Alta – hoy Museo de Estelas, Hilarriak.
Es la misma piedra Caliza que el monte San Miguel, es “la
parte baja” del monte San Miguel que por ahí asoma. Recuerdo horas y horas que
he pasado de niña jugando entre aquellas rocas. Coincidimos varias generaciones
en decir que allí jugábamos; pequeños paraísos, fortalezas y cabañas surgen de aquella calizas con extravagantes formas. Poníamos nombres a las
rocas, aunque no siempre había consenso.
Trepo, sí, conozco esto que estoy pisando.
Al oeste, el roquedo desaparece en “la antigua casa del cura”
la antigua “apezetxea” en origen construida junto a la gran roca. Al este, anteayer
descubrí la antigua tapia del cementerio. De este roquedo, dicen, se extraía la piedra caliza para hacer las estelas. Hay zonas en las que se aprecian
diferentes tipos de extracción de la piedra. También llama la atención una gran
cruz latina de altar labrada en relieve sobre un octógono cuyas proporciones
recuerdan a la forma de un ataúd, los informantes locales la llaman “cruz de
Remondegui” y se refieren al párroco que en su día, parece, mandó labrar aquella
cruz con el fin de “sacralizar” una fosa cercana.
El roquedo está lleno de misterio y belleza.
Trepo.
También está lleno de zarzas y falsos bojes, hiedra y
endrinos que no tienen a bien sacar endrinas. Eso parece un trozo de plástico.
Me voy de viaje.
Con la excusa de conocer los hábitos viajeros de aquellos
turistas curiosos que se asoman a ver el laberinto desde la terraza de
Etxeberri tengo que navegar luego por internet. ¿Irá internet ahora? ¿se me
habrá cargado la página del correo ya? No hay manera de saberlo desde las
alturas. Miro hacia abajo. No hay mucha caída pero tengo vértigo. A ver dónde
estaban esos bojes… corto un par de zarzas más y trepo.
He sacado el aparatico de música portatil, está claro que en
horario de trabajo no puedo escuchar según qué música. Esto es ante todo un lugar
sagrado y de culto, no creo que los grandes éxitos de Paco Pil y Chimo Bayo
sean la banda sonora adecuada para un cementerio vasco y medieval pero puedo
zarzear a gusto a ritmo de Kalakan, Oreka Tx, Anne Etchegoyen e, incluso, la
fantástica banda sonora de “Dentro del Laberinto” o algún temazo de Teobaldo I.
Alguna de Leon Benavente y Devin Townsend es imposible que no se hayan colado
en el playlist y lo mismo la canción que ya conoces de Mecano.
Trep…. Mierda, esto resultó ser un relleno de tierra, tengo
el pelo lleno de sustrato y trocitos de plantas secas y la lombriz más grande que
he visto en la vida me mira fijamente y frunce el ceño. Me disculpo con ella y
le mando que salude a su familia: las primas de “Dune”, los hermanos de
“temblores” y los sobrinos de “Beatle Juice” (bitelchus).
Antes de pronunciar por tercera vez el zumo de escarabajo
paro en seco, hay que limpiar bien la roca, tirar los restos de tierra y
piedras sueltas abajo. Algunas suenan al golpearse con la pared del laberinto.
Ya puedo seguir trepando, a ver si consigo llegar a aquella zarza.
Levanto la vista, pienso en que es una pena que las visitas
se pierdan esto. Al sol hay rincones muy agradables en el roquedo, en cuanto
quite esas estúpidas plantas de ahí me voy a sentar un rato. Tengo que
organizarme la semana, he de apuntar todo lo que he de hacer cuando funcione
internet, debo tener las cosas preparadas para hacerlo todo en cinco minutos
que funcione.. Y la Museum Week, también he de pensar en la MuseumWeek, empieza
el lunes y he de crear el contenido, bueno, aún tengo unos días por delante.
Ouch, esta rama está más dura de lo que pensaba, a ver dónde he dejado las
tijeras grandes.. aquí están. La tutora del CEIN quedó en llamarme esta semana,
espero que no lo haga ahora, me da pereza quitarme los guantes, lo de esta
zarza empieza a convertirse en un asunto personal. Sí, las cosas van avanzando
pero queda mucho por hacer y se me acaba el tiempo, el tema de la financiación
hay que solucionarlo cuanto antes y destinar lo primero que reciba a lo más
urgente, y tengo que preguntarle eso
al secretario… no puedo adelantar a ese respecto hasta el martes.
Zanjo mi asunto personal con la zarza. Ahí se queda. Se lo
tenía bien merecido. Esta roca ya ha tomado otro color y es fácil dar el
siguiente paso.
Trepo.
¿Habrá cargado la página del correo? De ser así debería hacer
las modificaciones convenientes en el texto que preparé. Si estos dos siguen
sin contestar habrá que insistir. Hasta que no me digan todos que están
conformes no puedo publicar ni dar a conocer el tema.. ay, también he de
ponerme a escribir la nota de prensa.. ¿cómo era aquello que leí? ¿Qué Cuándo
Cómo Porqué Quién Dónde? ¿En qué orden era?
El roquedo desnudo me sonríe. Suena una campanada. Ya son y
media.
Miro hacia arriba, y hacia el este. Quizás mañana sea mejor
empezar de ahí hacia abajo. Sí, aquel punto parece alcanzable desde ese escalón
calizo. Es hora de bajar y revisar el correo. Y buscar un tema para escribir en
el blog. ¡Qué descuidado lo tengo! ¿Sobre qué me gustaría escribir? Pues sería
bonito compartir contigo esta soleada mañana en el roquedo.
Tiro las tijeras que caen sobre auténticos bojes.
Con cuidado, destrepo.