Las Lamiak son seres de la
mitología vasca con cuerpo de bella mujer, habitualmente rubia de largos
cabellos y piernas de animal.
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ERREKALAMIA |
En Euskadi, las distinguimos tres clases, la
Itsaslamia (lamia de mar) es una sirena clásica, esto es, con cola de pez. La
Errekalamia, o lamia de rio, tiene pies de pato mientras que la Mendilamia o
lamia de montaña posee piernas de cabra o gallina.
En Iparralde, las lamiak o
Lamiñakus son pequeños seres similares a los gnomos capaces de conceder deseos
como veremos más adelante en la leyenda del cantero.
Acostumbran a peinarse la
cabellera con un peine de oro y mirase constantemente en un espejo de mano.
Están emparentadas con la diosa
Mari y han ayudado a los humanos en la construcción de Cromlech y puentes,
también han hecho varias veces de comadronas. Suelen ser benévolas pero no
toleran el robo y el engaño, se dice que cobran de lo “no declarado” así que si
alguien deja de pagar impuestos las Lamias les cogerán dicho dinero, también ayudan a los pastores a cambio de la poca comida que ellos puedan dejarles.
Antes de morir, la Lamia ha de
haberse encontrado con un humano, de este modo, han sido varios mortales los
que han sido llamados en el lecho de muerte de estos seres fantásticos, también requieren de una comadrona al dar a luz.
En el Señorío de Bertiz se cuenta
que todas las Lamias fueron envenenadas porque enamoraban a los hombres,
desconocemos la veracidad de tal leyenda pero lo cierto es que en el escudo de
esta localidad figura una Lamia con un peine de oro y un espejo entre las
manos.
La Mendilamia de Abaurrepea y el Gallo de Marzo
Se cuenta que, en Abaurrea Baja, una Mendilamia
fue contratada por el alcalde de la localidad para construir un puente, pero
debía hacerlo de noche y finalizarlo antes de que el primer gallo de marzo cantara
a la luz del sol. Antes de colocar la última piedra, engañaron al gallo para
que cantara antes de tiempo y así la Lamia no sólo no cobró y se fue
enfurecida, maldiciendo a los habitantes del pueblo. A día de hoy aún le falta
una piedra a dicho puente.
La Errekalamia enamorada
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MENDILAMIA |
Había un joven pastor de Orozko,
Bizkaia, llamado Antxon que andaba por el monte con su rebaño de ovejas cuando
escuchó una melodía que lo cautivó, el joven se olvidó del rebaño y acudió al
lugar de donde procedía aquel canto, encontrándose con una mujer de
extraordinaria belleza sentada en una roca en el río, estaba cantando mientras
se peinaba sus larguísimos cabellos rubios con un peine de oro. La joven, al
percatarse de la presencia del muchacho se tiró al rio pero al rato sacó la
cabeza del agua mientras Antxon la contemplaba, atónito, finalmente, abrió sus
enormes ojos transparentes y le preguntó:
-¿Quién eres? – el joven pastor
tardó en contestar pero finalmente se presentó diciéndole su nombre. Después de
esto, la mujer soltó una carcajada y se volvió a zambullir en el rio,
desapareciendo. El pastor aguardó pero al ver que no aparecía regresó al
pueblo.
Durante varios días no salió de
casa, no comía y su mente estaba fija en el encuentro con aquella misteriosa
muchacha, al final se decidió a volver y de nuevo, escuchó aquel hermoso canto,
la joven estaba en la misma roca, otra vez cantando y peinándose los cabellos
con su peine. Al ver a Antxon, esta vez
no se asustó y le dijo:
-Buenos días, Antxon, te estaba
esperando
-¿A mi? –preguntó el joven
-Si, a ti, acercáte.
Antxon fue hasta la orilla y allá
se sentó, pasaron horas, ambos en silencio, mirándose a los ojos. Cuando ya
anochecía la joven le preguntó:
-¿Te casarás conmigo?
A lo que el joven accedió
embrujado por su amor. En señal de compromiso, la muchacha le regaló un anillo
que colocó en el dedo anular de Antxon. Se despidieron y ya de vuelta en el
pueblo, el pastor anunció a los cuatro vientos su compromiso, su madre
extrañada, pues no le conocía novia alguna le preguntó con quien a lo que el joven
contestó:
-Con la mujer mas hermosa del
mundo, que vive en el monte, junto al rio.
Como no pudo darle más detalles
sobre ella, ni el nombre, ni la familia, ni la casa, la madre dedujo que su
hijo estaba hechizado por algún ser extraordinario, el hombre más viejo del
pueblo sentenció: “Si es una Lamia tendrá pies de pato” así que mandaron al joven
verle los pies a su amada en su próximo encuentro. Así lo hizo y descubrió sus
pies palmípedos, el joven acabó con el corazón destrozado, volviendo a casa a
contarle a su madre que se había enamorado de una Lamia, a lo que ella increpó:
-¡No! De ningún modo te casarás
con una Lamia.
Antxon, invadido por una gran
tristeza, se metió en la cama y enfermó, entre la fiebre escuchaba a su amada
llamarle pero no tuvo fuerzas ni para levantarse y finalmente murió de pena.
En el día del entierro, la Lamia
fue a casa de Antxon, se acercó al lecho cubriéndole con una sábana de oro y
besó sus labios. Siguió el cortejo fúnebre hasta la puerta de la iglesia y
regresó al monte llorando su amor perdido. Lloró tanto que en el lugar donde
caían sus lágrimas brotó un manantial que nos recordará para siempre esta
historia de amor imposible.
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Escudo de Bertiz |
El Lamiñaku y el cantero
En Zuraide, cerca de Ezpeleta, en Zuberoa, vivía un cantero. Aunque su
trabajo era muy apreciado él era pobre pero tenía grandes aspiraciones y quería
dejar ese oficio tan duro y fatigoso. Un Lamiñaku escuchó las plegarias del
hombre así que le preguntó que le pasaba, a lo que el cantero le dijo: “Ay,
ojalá fuese yo rico”. El Lamiñaku le dijo “eso es lo que deseas, eso serás” y
cubrió al cantero de riquezas y bienes de todo tipo. Al principio al cantero le
pareció un sueño pero no tardó en acostumbrare a su nuevo nivel de vida, un día
volvió a lamentarse “Sí, soy rico, pero no soy poderoso” El Lamiñaku escuchó y
se le apareció de nuevo:
-Ahora ¿Qué te pasa?, - a lo que el cantero le contestó:
-Bueno, soy rico y eso esta bien, pero no soy poderoso ¡Ojalá fuese yo
emperador!. El Lamiñaku lo hizo emperador. El cantero era feliz, era rico y
todo el mundo obedecía sus órdenes pero ¡Ay! Llegó un día de verano muy
caluroso y el cantero, ahora emperador, no encontraba ningún rincón fresco en
su palacio. El cantero dijo “en verdad, el sol puede molestar a los
emperadores, el sol es más poderoso, ¡Ojalá fuese yo sol!", apreciaremos aquí la
verdadera paciencia y ánimo de complacer de nuestro pequeño Lamiñaku, porque al
escuchar esto, transformó al cantero-emperador en el mismísimo sol.
El sol estuvo a gusto unos días, hasta que una nubecilla tapó sus
poderosos rayos a lo que exclamó ¡Ojalá fuese yo nube, que es más poderosa que
el sol! Nada más decirlo fue transformado en nube, lo que le divirtió de sobremanera,
se entretenía lanzando rayos y agua por doquier pero… un buen día vio que una
roca, impasible, aguantaba sus chaparrones así que deseó ser roca… y así lo
fue.
Al poco tiempo de ser roca, notó unos fuertes martillazos que le
rompían en mil pedazos y gritó: ¡El cantero es el más poderoso, puesto que
puede romper la roca en pedazos! ¡Ay! Cómo desearía yo ser cantero.
El Lamiñaku lo transformó de nuevo en cantero para enseñarle una
valiosa lección: “Tienes una cosa y quieres otra, al final, estás igual que al
principio. De aquí en adelante seamos lo que somos, tú cantero y yo Lamia."
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ITSASLAMIA |
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