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jueves, 12 de noviembre de 2015

Propuestas para conocer Aezkoa

Seguimos con el último artículo del especial de la revista Euskal Herria (número 39). Si empezaron contándonos algo sobre tres reductos de vida pirenaica para hablarnos de la fábrica de armas de Orbaiceta y otras huellas de la historia acaban proponiéndonos una serie de planes indispensables. Como ya hemos visto, la Aezkoa da para más de una semana. 

Montaña

Urkulu (1.419m). Desde la fábrica de Orbaizeta, una pista sube 4 kms hasta el collado de Azpegi (1020m). Dejamos el vehículo y tomamos a la izquierda un sendero que sube al monte y a su torre romana. Desde ella se abren impresionantes vistas hacia el este: Errozate, Orhi y los pirineos.. al norte Nafarroa behera y al oeste, en días claros, de ve el mar. (La ida yvuelta desde Azpegi es de 1h 45m)

Callejeando hacia la cumbre

Pettuberro (1096m). Salimos de Hiriberri por la pista que va hacia Berrendi y pronto, en una zona de granjas, nos desviamos a la izquierda para tomar un camino amplio que sube entre los campos. Alcanzamos un altillo, bajamos un trecho y enseguida las señales blanquiverdes nos indican un desvío a la izquierda. Subimos por el bosque hasta la cumbre (ida y vuelta en 1h 15m) 


Senderismo


Castillo de Arlekia y barranco de Itolatz. Cerca de la antigua iglesia de la fábrica de Orbaiceta, un poste indica el sendero a Arlekia. Bajamos el arroyo de Legartza, lo cruzamos y seguimos hacia la derecha por un camino que se interna en el hayedo. Enseguida aparece otro poste, a la izquierda un repecho sube a las ruinas del castillo de Arlekia (20 min). De vuelta al cruce, podemos regresar a la Fábrica o subir la cuesta que lleva hacia Lauzaran. Salimos al collado despejado de Lauzaran y las marcas de pintura blanquiverde nos dirigen cuesta abajo el barranco de Izolatz. Volvemos por una pista junto al río hasta la fábrica. 

Fábrica de Armas. A 4kms al norte de Orbaitzeta se encuentran las ruinas de la fábrica de armas, una joya de la arquitectura industrial del SXVIII. El arroyo Lagartza fluye bajo su espectacular galería de arcos. Podemos conocer la colonia anexa, con la casa palacio, el cuartel, las viviendas de obreros y soldados, los almacenes, la iglesia... 

Irati y embalse de Irabia. Desde el barrio Larraun de Orbaizeta parte una pista de 10 kms hasta el embalde de Irabia. Una caseta de información vende mapas con itinerarios señalizados por Irati. La vuelta completa al embalse, entre hayas y abetos, es una opción atractiva para caminantes y ciclistas (10 kms) Otro paseo más breve será el camino de Plaza Beunza (4,4kms) 

De Aria a Garralda por Errondoa. Salimos de Aria por el viejo camino a Garralda, primero por sendero y luego por pista, Alcanzamos una cresta rocosa con vistas sobre Aribe. Podemos seguir el viejo camino a Garralda que rodea la montaña por el sur (SL-NA 51) o tomar el que sube al mirador de Erondoa (SL-NA-50A) y después baja por los bosques y campos a la regata de Laurenso y Garralda (50min) 

Las Cuevas de Artetxe (SL-NA-59A) Desde el frontón de Garayoa bajamos por una pista, giramos a la izquierda y tras el puente sobre la regata Betondoa tomamos el antiguo camino a Hiriberri hasta un cruce, ascendemos, derecha, entre robles hasta una nueva desviación, seguimos a la izquierda para llegar a una cueva y a la derecha vamos hasta la segunda. De aquí podemos ir hasta la sima Atazabal, paraje con bellas vistas. Volvemos por el mismo camino (4,4 kms) 

Baños de Aribe y roble milenario de Garayoa. Cerca del puente de Aribe un poste indica el camino al roble, las marcas blanquiverdes nos llevan por la pista de hormigón primero y luego grava. En un cruce tomamos a la derecha y a los pocos metros un desvío a la derecha, la senda baja hasta la orilla del río Irati, donde se alza el caserón del antiguo balneario (20 min). Volvemos a la senda y avanzamos por el robledal de Betelu hasta el roble milenario (Ida y vuelta en 1h 30m) 

Patrimonio

Aria conserva 4 horreos, un viejo lavadero y un horno de pan adosado a una casa. En el paraje de Bordaxarraldea algunas bordas mantienen los tradicionales techados de tablillas de haya. 

En la parte trasera de la iglesia San Pedro en Abaurrea Alta se halla el jardín de estelas, desde allí, un paseo de 5 minutos sube a las ruínas de la ermita de San Miguel, del que parte un itinerario que se asoma a un balcón espectacular sobre el valle


En Aribe merecen un vistazo el puente medieval, el molino y la ermita de San Joaquin

En los pueblos del valle hay además una importante colección de hórreos, molinos de agua, restos de ferrerías... 

Megalitos: Idopil-Azpegi-Arratakas-Urkullu. Es, sin duda, la zona de más estaciones megalíticas. El límite norte del valle se presenta como un enclave de asentamientos prehistóricos. Mudos testigos del tiempo, lo más de 75 cromlech, dólmenes y túmulos que salpican el paisaje nos recuerdan una época en la que hombre y naturaleza compartían un mismo concepto de vida. 

Miradores 

El Mirador de Aritztokia. En Garralda tomamos el cruce hacia Oroz-Betelu y en pocos metros llegamos a un aparcamiento. Unas escaleras suben hasta el mirador sobre el robledal de Betelu, el mejor bosque de roble albar de la península. 

El Mirador de Zamariain. Desde Garaioa, el sendero señalizado a Zamariain avanza entre campos y bosques hasta el mirador. Una roca saliente que cuelga sobre el abismo. A nuestros pies, un océano forestal, el robledal de Betelu. (Ida y vuelta 1h 30m)



sábado, 17 de octubre de 2015

Las huellas de la historia

Continuamos con el reportaje especial de la revista EuskalHerria sobre el valle de Aezkoa. Este fragmento se titutula "Las Huellas de la historia" y dice así 




 En los bosques se cobijan otros seres, como Unai, el hombre oso que pastorea vacas, Gaueko, el genio de la noche que rapta a las mozas, o las eilamiak, sirenas que hacen faenas a los humanos. Estas historias, cuajo de miedos ancestrales, debieron cocerse en las mentes inquietas de los primeros pobladores. Aquellos tatarabuelos prehistóricos intentaron explicarse el mundo y dejaron unas señales que no sabemos leer. Están un poco más arriba de la Fábrica de Orbaitzeta, en el collado de Azpegi; los cromlech. 

En Azpegi podemos imaginar a aquellos pastores de hace cuatro y cinco mil años, acaban de enterrar un cadáver en una cámara de losas y se afanan en cubrirlo con un montón de tierra. Entre la niebla llegan los balidos de sus rebaños. Nosotros escuchamos hoy los mismos balidos: Azpegi sigue siendo un paraje de pastoreo, de un oficio que perdura desde el Neolítico, desde el primer trashumante que vio a Basajaun entra la hojarasca hasta los Zabalza, que elaboran hoy un queso extraordinario. 

La siguiente huella de la historia queda cerca, en el escarpe calizo de Urkulu, allí se hallan los restos de un torreón romano, un monumento enigmático que probablemente se construyó como trofeo de conquista y quizá también para controlar el estratégico paso de Ibañeta. Y otra vez sobre la Fábrica de Orbaizeta se alzan las ruinas del castillo de Arlekia, unos muros medio derruidos, en lo alto de una colina, que también parecen datar de tiempos romanos. 

De los aezkoanos tenemos pocas certezas hasta la edad media, cuando los monarcas navarros empezaron a citarlos en sus documentos, a otorgarles fueros, a reconocerles la hidalguía colectiva. 

Pero de pronto aquel valle remoto y tranquilo se encontró en primera línea de conflictos internacionales. Con la invasión Castellana de 1512 y el establecimiento de la muga pirenaica, Aezkoa quedó como región fronteriza, dotada de riquezas apetitosas como la madera, las minas de hierro, cobre y plomo, y la abundante energía hidráulica. 

Las guerras del S XIX devastaron Aezkoa. Corserva algunas arquitecturas notables, pero apenas hay edificios viejos. Fueron arrasados por las tropas o ardieron en incendios fortuitos como el de 1898 en Garralda. El indiano Antonio Aróstegui pagó gran parte de la reconstrucción y ahora Garralda es un pueblo nuevo y espacioso. 

Las desgracias, las pobrezas y el aislamiento empujaron a muchos a buscarse la vida en Iruñea.. o en las américas

En la Aezkoa viven hoy menos de 1000 habitantes, dedicados sobre todo a la ganadería y a los trabajos forestales, pero su empeño ha mantenido un reducto de vida montañesa que en otros valles se ha extinguido más rápido. 

Sólo Aezkoa conservó la behi gorria, la raza e vaca pirenaica hoy extendida a tantas comarcas, Aezkoa asiste a los últimos latidos de la trashumancia. 

Aezkoa guarda 15 de los 22 hórreos que tiene Nafarroa, guarda las viejas bordas con techado de haya, especialmente en los rasos de Orbara y Aria, y guarda el rescoldo de su propio euskera, el aezkera, que nunca desapareció. 

Sí que desaparecieron de aquí las brujas, quemadas por la inquisición o disueltas en el olvido, pero subimos al encuentro de su memoria a la cumbre de Pettuberro. No hay mejor momento que el amanecer, cuando el sol sale sobre Hiriberri - Villanueva y empieza a encender uno a uno los nueve pueblos de la Aezkoa. Quizá por eso las hechiceras se reunían en esta cima, porque es el único punto desde el que podían extender su influjo sobre todos los pueblos del valle. 


N39 de la revista EUSKAL HERRIA, Abril-Mayo del 2009.

Ante la imposibilidad de encontrar las fotos que acompañan al artículo original se han buscado otras en la red para ilustrar esta entrada.  



jueves, 10 de septiembre de 2015

El Valle de Aezkoa y la Fábrica de Armas

Ya vimos el artículo de este número 39 de la revista Euskal Herria sobre los valles de Roncal, Aezkoa y Salazar que a modo de introducción se titulaba “tres reductos de vida pirenaica” ahora damos paso a la continuación del artículo que nos introduce en el valle de Aezkoa haciendo especial mención a la fábrica de armas.

Dice así


“Las gallinas corretean por el interior de la iglesia.

Bernardo Antxorena entra con un balde de panes duros al antiguo templo, ya desacralizado, y da de comer a sus bichicos”. Bernardo nació en plena selva de Irati, en la casa Antxorena, donde su padre atendía a los leñadores, los carboneros, los arrieros, pero a los 6 años lo mandaron a esta colonia de la Fábrica de Orbaitzeta porque allí vivían sus padrinos y había “una escuela con una maestrica”.


De adulto trabajó durante 29 años en Burlata, pero desde que se jubiló pasa temporadas largas en este rincón boscoso de Aezkoa.

-Es que en la ciudad no me hago, necesito volver al valle.

Y vive junto a una iglesia abandonada, junto al palacio, el cuartel, las viviendas de soldados y obreros, las carboneras y los hornos de fundición. Son los restos de la Real Fábrica deMuniciones de Hierro de Orbaitzeta, cuyas ruinas permanecen camufladas por la vegetación como un templo camboyano, en el barranco de Txangoa.

Durante 200 años la fábrica fue una llaga en el corazón de Aezkoa, la corona española consiguió que en 1784 la Junta del Valle le cediera su mayor riqueza – la explotación de los montes – a cambio de construir una factoría que daría unos cuantos puestos de trabajo pero que sería alimentada con la madera, los minerales y las aguas de los aezkoanos. Un documento de 1790 denuncia que los negociadores locales no fueron conscientes del perjuicio por su “inocente candor” “su ignorancia o poca instrucción en castellano” e incluso por el “convite magnífico” con el que les convencieron.

Y la fábrica, tan importante y tan fronteriza, atrajo al valle la guerra de la Convención, la napoleónica, la realista, las carlistadas, todas aquellas con sus invasiones, incendios y saqueos. La fábrica, que llegó a producir 3.600 bombas anuales, cerró en 1873, pero los aezkoanos tuvieron que luchar 1982 para recuperar la propiedad de sus montes.


Orbaitzeta es un buen punto de arranque para internarse por los montes de Aezkoa y entender su riqueza fabulosa. Una pista lleva hasta el pantano de Irabia, que se construyó para controlar los niveles del caudaloso Irati y facilitar el descenso de las almadías y el barranqueo de troncos sueltos.

Desde el embalse podemos sumergirnos en el océano vegetal de Irati, en la espesura de un hayedo a veces seductor y a veces agobiante, un laberinto de miles de troncos que se repiten hasta el vértigo. La bruma se enreda en los ramajes y filtra los juegos de sombras, destellos y chorros de luz. En los hayedos de Irati y Mendilatz, en los robledales de Tristuibartea, Aztapar y Betelu más vale reconocer que estamos en los dominios de Basajaun, el gigante peludo, señor de los bosques,protector de rebaños contra el lobo.”

¿Te sientes consumista? ¿buscas darte un capricho? Si llegaste hasta aquí pueden interesarte estos artículos.


lunes, 20 de julio de 2015

Tres reductos de vida pirenaica

Abrimos la revista Euskal Herria número 39 y nos encontramos con varios reportajes para conocer mejor los valles pirenaicos de Aezkoa, Salazar y Roncal. Aquí os dejo con el primero de ellos titulado "Tres reductos de vida pirenaica" para que conozcáis lo que se cuenta de nosotros en los medios. 

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Al este de Orreaga - Roncesvalles, puerta de Europa, la cordillera se eleva con perfiles cada vez más altos y violentos. 

Uno de esos impulsos traza la silueta piramidal del Orhi, primer "dosmil" del Pirineo, montaña mágica, cuajo de temores ancestrales: en aquel territorio los dioses se fabrican la nieve, las tormentas y otros fenómenos igual de misteriosos. Después, una escalera de picos como Kartxela, Lakora o Arlas sube hacia los altares monumentales de Hiru Erregeen Mahaia y Auñamendi - Anie. 

Esta tierra ha mantenido hasta nuestros días el rescoldo de una apasionante cultura montañesa. 

La fotografía central del artículo, la sierra de Abodi según el fotógrafo Patxi Uriz

Estas cumbres constituyen un mundo mineral, reverenciado y temido, sin huella humana. 
En sus límites crecen los pastizales de altura, donde ya aparecen los primeros testimonios -dólmenes y crómlech - de aquellos pastores que apacentaban sus ovejas hace milenios, desempeñando un trabajo que perdura hasta nuestros días. Y también colinda con el país de los bosques: hayedos, robledales y abetales vírgenes, y selvas como la de Irati, un océano forestal abrumador en el que resuenan los ecos de los viejos oficios - madereros, carboneros, almadieros -, las leyendas de Basajaun y los relatos de las andanzas de osos y lobos. 

En el regazo de la cordillera se extienden los valles de Aezkoa, Zaraitzu y Erronkaribar, donde ya se asentaron los habitantes más remotos y donde brotaron los pueblos y monasterios medievales que fueron el germen del Reino de Navarra. Aquellos habitantes extrajeron madera, pastorearon ganado, cultivaron las tierras un poco más amables y construyeron pueblos recios de casonas apretadas para soportar los inviernos. Padecieron guerras, hambrunas y emigraciones, pero han mantenido hasta nuestros días el rescoldo de una apasionante cultura montañesa. 

Porque Aezkoa, Zaraitzu y Erronkaribar ofrecen al visitante un escenario delicioso, plagado de atractivos, pero ese paisaje también guarda oficios, costumbres, fiestas, arquitecturas, dialectos, mitos, danzas: los latidos de una vieja vida pirenaica. 

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