2.- La Embajada
3.- Ganelón y Blancandrín
4.-La traición de Ganelón
5.-El sueño de Carlomagno
6.-Roldán y los Doce Pares
7.-Marsil y sus aliados
8.-Roldán y Oliveros
9.- El Combate
10.- Los últimos combates
11.- Mueren los capitanes de Roldán
12.- El Olifante de Roldán
13.- La muerte de Oliveros
14.- La derrota de los infieles
15.- La peña de Roldán
3.- Ganelón y Blancandrín
4.-La traición de Ganelón
5.-El sueño de Carlomagno
6.-Roldán y los Doce Pares
7.-Marsil y sus aliados
8.-Roldán y Oliveros
9.- El Combate
10.- Los últimos combates
11.- Mueren los capitanes de Roldán
12.- El Olifante de Roldán
13.- La muerte de Oliveros
14.- La derrota de los infieles
15.- La peña de Roldán
16.- La muerte de Roldán
Comprendió que la muerte se iba apoderando de él. De su cabeza seguía
saliendo sangre y cada vez su agotamiento era más visible. Se fue arrastrando
por el suelo hasta encontrar un pino. Allí se tendió y quedó postrado sobre la
verde hierba. Debajo del pino puso su espada y su olifante. Volvió su rostro
hacia el campo de batalla para que Carlos y todos los suyos dijeran que el
valeroso Roldán había muerto cara al enemigo combatiendo las huestes
sarracenas.
Luego
haciendo acopio de sus últimas energías confesó sus culpas. Con una mano se
golpeó el pecho.
-¡Dios mío!
–exclamó- ¡Qué cansado estoy! ¡Mea culpa, señor! Perdona mis pecados en la hora
de mi muerte…
Y Roldán
tendió a Dios su guante derecho. Los ángeles del cielo estaban a su lado…
El conde
Roldán, el caballero sin tacha, yacía bajo un pino. Su rostro estaba colocado
en dirección a España. El conde Roldán en aquellos postreros momentos recordó
muchas cosas: las tierras que había conquistado, la patria lejana que lloraría
por él, sus amigos y su familia, Carlos el emperador…
Lloraba por
todos y profundos suspiros salían de su pecho, pero no olvidó sus propias
cuitas.
-Oh Dios
verdadero, tú que todo lo puedes, tú que resucitaste a Lázaro, que salvaste a
Daniel de los leones, salva mi alma de todos los peligros! Acógeme en tu seno
por los siglos de los siglos.
Roldán había
ofrecido a Dios su guante derecho, San Gabriel le tomó de la mano y avanzaron
hacia el más allá. Dios escuchó la plegaria y el conde Roldán fue acogido en el
paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario