Cuando os contaba un par de anécdotas sobre aezkoanos recogidas por Barandiarán os dije que me parecían verídicas porque mostraban perfectamente cómo somos por estos lares... bueno, pues hoy os traigo otras cinco anécdotas que he recogido yo misma entre varios informantes.
Espero que os gusten y me digáis cual es vuestra favorita.
1.- “Nos conoce todo el mundo”
Esta anécdota es, relativamente, moderna. Tenemos a unos
vecinos de este pueblo que se van de viaje a Pamplona a pasar el día con lo que
ello supone, estar rodeado de gente a la que no conoces y con quienes no te
sientes cómodo interactuando. Son un matrimonio mayor y bien avenido. La mujer
tiene una especie de “devoción” por su marido, le admira y siempre negará que
pudiera hacer algo mal o errar en la más nimia cosa. Cómo era natural en la
época, él es quien conduce.
Abaurrea Alta es un pueblo pequeño y es costumbre, cómo en
tantos otros pueblos, pitarse desde el coche los unos a los otros en modo de
saludo. Esta pareja sale de Abaurrea Alta dirección a Pamplona… las carreteras
solitarias pronto se invaden de coches y el paisaje de bosque frondoso se
convierte de súbito en bloques de edificios, escaparates y fábricas.
A la entrada de la
ciudad, en una de esas rotondas que desde hace unos años aparecen de la noche a
la mañana y parece que están hechas para despistar, el conductor se mete en dirección
contraria. Bueno, al ver esto el resto de los conductores se ponen a pitar al
vehículo para advertirles del peligro, ellos continúan en dirección contraria
su camino y kilometro tras kilómetro siguen los bocinazos… al final la mujer,
sonriente, toca a su marido y con una alegría tremenda le dice “¿ves? Aquí todo
el mundo nos conoce”
2.- “La ley seca”
Que en invierno nieva en Abaurrea Alta es algo que todo el
mundo sabe pero pocos son conscientes de lo que ello conlleva.
Aquél año nevó
mucho, muchísimo, y no nos quejaremos pues pasaban los quitanieves y no
quedamos aislados cómo solía pasar antes… Los quitanieves desplazan la nieve
acumulada hacia los laterales de la carretera, de manera que los coches
circulan con relativa seguridad, pero entrar o salir de casa es más difícil y requiere
horas de trabajo con la pala apartando la nieve… más aún si se está a pie de
carretera, cómo es el caso del bar del pueblo, el bar pirineo.
Aquella nevada dejó más de cuatro metros de nieve acumulada
en ambos lados de la carretera y un cliente asiduo al bar llamó a la
propietaria para preguntarle: -¿hoy abres el bar?. A lo que ella contestó: -no,
hoy no abro. Al día siguiente repitió su llamada y obtuvo la misma respuesta, y
al siguiente… al final la tabernera se sinceró y exclamó: -¡cómo voy a abrir el
bar si hasta el cartel ha quedado bajo la nieve!
Así que este cliente que llevaba días esperando tomarse una
copa vio el problema y ni corto ni perezoso, movilizó a otros dos y pasaron todo
un día, pala en mano, abriendo el camino desde la carretera hasta la puerta del
bar, a última hora de la tarde consiguieron abrir el establecimiento y lo
celebraron con una merecida copa.
3.- “Díganle que no estoy en casa”
A la salida del pueblo dirección al Valle Aezkoa, antaño,
estaba la tienda de Pedro José que regentaba con su esposa. A esta tienda
acudían en masa los jóvenes a comprar su producto estrella: las peladillas. Cuando la esposa de Pedro José quedó viuda siguió regentando
la tienda, no he averiguado el nombre de esta mujer, algunos la conocían cómo “La Tenderosa” otros cómo “La PedroJosesa”.
Ya era muy anciana y a menudo se
lamentaba de su vejez exclamando “ay, ¡cuándo me llevará el Señor” “ay!, Señor,
¿Cuándo vendrás a buscarme?”
Estas expresiones siempre las repetía… y el hecho no pasó desapercibido
para algunos jóvenes del pueblo que decidieron gastarle una pequeña broma. Una
noche se disfrazaron de ángeles y fueron a su casa, al llegar a la puerta la
llamaron “¡Pedrojosesa! ¡Tenderosa! ¡Salga usted!”, la pobre mujer salió al
balcón, y entre que veía más bien poco y ya estaba oscuro no distinguió a los
jóvenes y preguntó: -¿Quién llama?. Los mozos contestaron muy serios: -Somos ángeles, nos envía el
señor a recogerla para llevarla con él.
La Tenderosa contestó: -¿Y no podrían decirle que no me
encontraron en casa?
Sospechamos que a partir de ese momento la mujer dejó de
lamentarse.
4.- El alcalde de Abaurrea Baja
Un año los vecinos de Abaurrea Baja debían elegir quien
sería el nuevo alcalde y aquello parecía misión imposible ya que siempre
empataban varios candidatos. Después de repetir las votaciones una y otra vez,
al final decidieron que aquello debía resolverse mediante una prueba de
habilidad: tirarían una patata ladera abajo y el primero en cogerla sería
nombrado alcalde.
A todos les pareció bien y justo el trato, acordaron el día
y se reunieron muchos vecinos para ver
la carrera y animar a su favorito, dieron el pistoletazo de salida y tiraron la
patata.
La patata rodó, rodó y rodó ladera abajo a gran velocidad, y
los mozos corrieron tras ella en violento trote. Los vecinos jaleaban… y de
pronto se hizo el silencio y todos fueron testigos de algo insólito.
Un cerdo se escapó de una pocilga cuando la carrera había
empezado, con tales ganas de escapar y comer que fue directo a la patata. La
cogió con el morro y se la comió mientras se alejaba hacia el monte.
Las malas lenguas dicen que tras aquello fueron muchos los vecinos
de Abaurrea Baja los que se plantearon seriamente nombrar alcalde al puerco.
5.- Un aseo sofisticado
Antiguamente las casas no tenían un cuarto de baño o
WC y las necesidades se hacían en la cuadra o el gallinero que todas las casas
tenían en la planta baja. Eso era lo normal en el ambiente rural de aquella
época.
Un día el pueblo de Abaurrea Alta amaneció con una gran
noticia: un alto cargo de la iglesia vendría desde Pamplona a nuestro pueblo de
visita y se entrevistaría con algunos vecinos en sus casas. Los dueños de una
de esas casas donde su eminencia pasaría la mañana se pusieron nerviosos y discutieron
entre ellos porque, pese a tener una casa acogedora, limpia y grande no
disponían de un cuarto de baño y se imaginaban al importante párroco
levantándose la sotana y haciendo sus necesidades en medio de la cuadra..
La idea les angustiaba pero hallaron la solución, cómo aún
quedaban días hasta la visita “disfrazarían” un lugar de la cuadra cómo cuarto
de baño: Pusieron un altillo con unas escaleritas, paredes y puerta .En el
suelo de esa falsa habitación dejaron un agujero que daba a parar al suelo de
la cuadra. Cuando acabaron la obra todos respiraron aliviados, el religioso
podría gozar de intimidad y de un lugar en condiciones si tenía necesidad de ir
al baño y ni se ensuciaría los zapatos.
Llegó el día y el alto cargo del clero llegó a esta casa de
Abaurrea Alta acompañado de su séquito. Pasaron la mañana en la cocina
charlando amigablemente y de pronto aquel importante invitado expresó su
necesidad de retirarse para ir al baño… ¡qué nervios pasaron los anfitriones!
Tanto querían impresionar a aquel hombre que ordenaron a un niño, un
monaguillo, que se escondiese debajo del altillo y pasará una escobilla cuando
procediera para limpiarle el trasero…
Acompañaron al invitado hasta el falso aseo, el susodicho
hizo sus necesidades y quedó sorprendido por la sofisticación del cuarto de
baño diciendo “Pero ¡hay que ver lo adelantados que están en este pueblo!” a la
vez que miraba por el agujero del suelo y recibía, por error, un escobazo en la
cara.
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