¡Oh! Que de cosas relata el viento al vagar
por los excelsos Pirineos vascónicos, murmurando unas veces, gimiendo otras,
lanzando chillidos agudos, alaridos lamentosos o mugidos iracundos!
¡Qué de cosas relata al que quiere
escucharlo, y sobre todo, al que sabe entenderlo!
Viejo, tan viejo como las mismas abruptas
sierras que habitualmente recorre, conserva sin embargo todos los bríos de la
más lozana juventud, ¡y vuela, gira, se arremolina y se precipita desde hace
miles de años, placentero o violento, suave o brusco, sosegado o furioso,
penetrando en los repliegues y senos de aquella tierra, elevándose en sus
enhiestas cumbres, ascendiendo aún más arriba para arrastrar las nieblas y las
nubes, arrojándose a lo loco a lo profundo de los precipicios y las simas,
recorriendo los escondidos valles y arrebatando y llevándose de todas las
partes el aroma de la flor, la gota de agua que flota en la atmósfera o tiembla
sobre la yerbecilla, el polvo de los campos y las rocas, las hojas de los árboles, el fragmento impalpable del arruinado monumento, el cantar del
campesino, el aullido de la fiera, el gorjeo de las aves, el lamento y los
sollozos del desgraciado, la salmodia de la oración, el mugido del torrente, el
murmurio cadencioso del arroyo y los misteriosos rumores de la selva!
¡Cuán hermosa y solemne es la voz del
viento en las soledades de las montañas pirenaicas, de donde, a la vez que las
emanaciones de la Naturaleza, parece arrancar tradiciones, historias, leyendas
y consejas milenarias de aquella vieja tierra, olvidadas ya, o conocidas en
parte tan sólo por algunos ancianos casi seculares a quienes les fueron
transmitidas allá en el fondo de los bosques, bajo en techo de ramas de la
pobre chaola(1) o junto al gigantesco hogar (2) en torno
del cual se agrupa la familia amorosamente durante las largas veladas del
invierno!
No hay sitio que recorra ni objeto que
acaricie o azote, a los que no arranque, como el arpa eolia, un acento que
encierra su historia o guarda sus recuerdos, que él arrebata locamente y
transporta y lanza al espacio.
…
Escuchad cómo brama allá arriba, con
espantable resonancia, entre los graníticos peñascales contemporáneos de la
ciclópea cordillera. Su voz parece renovar el caótico estruendo de aquellas
tremendas erupciones volcánicas que agitando furiosamente esta tierra formaron
el gigante Pirineo, ese tormentoso mar petrificado, según alguno lo ha definido
con pintoresca frase.
¡Cómo retiembla! ¡Cual muge y choca con
horrísono estrépito!
…
Foto de Pedro Ayerbe Arana |
Allá va ahora rodando entre los montes de
la antigua Bastitania, y trae el rumor de las tribus del Asia que invadieron
por allí la península a la que dieron nombre, en recuerdo de su patria, la Iberia asiática; acompaña a aquellas rudas gentes en su gigantesco éxodo, y
pasa con ellas a las sierras calcáreas del Aralar; gira en torno a los dólmenes
erigidos por aquellos primitivos pobladores de la tierra vascónica, los hijos
de los cazadores del ursus speleus y el reno; envuelve las informes masas
megalíticas bajo las cuales reposan los guerreros de sus tribus trogloditas, y
se hunde en lo profundo de las vecinas cavernas que les sirvieran de morada,
cual si quisiera arrancar a aquellos tenebrosos antros sus secretos. Y sale de ellos violento hacia el noroeste,
deteniéndose en los legendarios riscos de Aztobizkar e Ibañeta, y empujando las
nieblas que lo envuelven, baja al fondo del valle de Andresaro, dónde besa las
sepulturas de las legiones de Karlomán y de los montañeses vascones que,
confundidos, duermen bajo la sombra de las selvas el sueño de la muerte ¡hace
más de mil años!
gigantesco hogar (2) = La imagen del hogar es la imagen de la
cocina como centro de reunión de la familia. El fuego del hogar es el que setransporta a los difuntos mediante el uso de la Argizaloia.
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