2.- La Embajada
3.- Ganelón y Blancandrín
4.-La traición de Ganelón
5.-El sueño de Carlomagno
6.-Roldán y los Doce Pares
3.- Ganelón y Blancandrín
4.-La traición de Ganelón
5.-El sueño de Carlomagno
6.-Roldán y los Doce Pares
7.-Marsil y sus aliados
El ejército de Marsil avanzaba a marchas forzadas para poder
copar la retaguardia de Carlomagno y lograr matar a Roldán, el caballero más
valiente de Francia.
El rey Marsil y su sobrino Aëlroth cabalgaban juntos. Éste se
adelanta montado en un mulo al que azuza con un bastón, riendo graciosamente le
dice a su tío:
-¡Oh mi rey y señor! Os he servido fielmente y no he
recibido hasta ahora como recompensa más que aflicciones y dolores. Por vos
gané muchas batallas y conquisté muchas ciudades. Sólo os pido una cosa, que yo
sea el primero en asestar a Roldán el primer golpe. Es un favor que nunca os
agradeceré bastante. Pienso matarle con mi propia espada y no me temblará la
mano. Esta vez no escapará el valiente Roldán y yo obtendré inmensa gloria,
superior a todas las riquezas de este mundo. Si Mahoma no me deja, de su mano
conquistaré todas las tierras de España desde un extremo a otro. Sin la
presencia del ejército franco nadie podrá oponerse a nuestra victoria. Carlos
no osará regresar a España después de la muerte de Roldán y la derrota de sus
mejores hombres. Ya no habrá más guerras, noble señor, España será vuestra.
El rey Marsil hizo una señal de asentimiento y entregó el
guante a su sobrino en prenda de conformidad.
El sobrino del rey Marsil recogió el guante con evidente
satisfacción y le dijo a su tío con palabras altivas:
-Noble señor, os doy las gracias por el don que me habéis
concedido, nunca podré agradecéroslo bastante. Ni con todas las riquezas del
mundo me habría sentido tan pagado. Ahora os ruego, señor, que escojáis para mí
a doce de vuestros mejores barones para así oponerme con éxito a los doce pares
de Francia.
Entonces contestó Falsarón, hermano del rey, con las
siguientes palabras:
-Mi sobrino ha hablado bien, permitid hermano que él y yo
vayamos a esa batalla y le demos buen término. Atacaremos la retaguardia de
Roldán y derrotaremos a los franceses de la dulce Francia. Está escrito que
hemos de matar al caudillo y paladín de Carlomagno.
-Está escrito, hermano –dijo el rey Marsil-. Se hará como
habéis dicho.
Después llegó el rey Corsablis, este rey era berberisco y
conocía todos los hechizos y artes malignas, sin embargo hablaba como un
caballero. También él quería acompañar a Falsarón y al sobrino del rey Marsil.
Luego llegó a galope Malprimis de Berbegal, en las carreras
a pie era el más veloz que un caballo. Era un atleta de cuerpo entero y todo un
caballero. También el infiel quería acompañar a los demás y a voz en grito
exclamó:
-¡Quiero ir a Roncesvalles, rey Marsil! ¡Necesito ir! ¡Os lo
pido por los dioses y por Mahoma! Si encuentro a Roldán sabré darle muerte, no
podrá escapar ¡Os lo juro, señor!
Estaba allí un noble de Balaguer. Era muy apuesto de cuerpo
y de rostro claro y risueño, le gustaba exhibir sus armas y había adquirido
gran fama por su valor. De haber sido cristiano hubiera sido un noble barón. Se
adelantó ante el rey sarraceno y exclamó con arrogancia:
-Deseo ir a Roncesvalles, noble rey. Si allí encuentro a
Roldán puede éste darse por muerto. También mataré a Oliveros y a los doce
pares y a todos los franceses que les acompañan. Os lo juro por los dioses y
por Mahoma. Muertos estos paladines ya nadie podrá vencernos. Carlos es viejo y
le falta espíritu combativo, España será nuestra, os lo afirmo aquí y en todas
partes, señor.
El rey Marsil le dio las gracias complacido por sus
arrogantes palabras.
También estaba allí un capitán de Moriana, no había otro más
felón que él pero era valiente y exclamo ante el rey Marsil:
-Iré a Roncesvalles, señor. Tengo veinte mil hombres con
escudo y lanza, nadie podrá vencernos. Si encuentro a Roldán no escapará a mi
espada, lo juro por mi fe. Carlos lamentará siempre este día.
Acudió por otro lado Turgis de Tortoles, era conde de esta
ciudad que tenía en feudo, odiaba a los cristianos y a Carlos el primero.
También le dijo al rey:
-No estéis preocupado, señor. Mahoma está más alto que San
Pedro, nuestro dios es mejor que el de los cristianos y por ello debemos
vencer. Juro que buscaré a Roldán y cuando lo encuentre no escapará a mi justo
odio. Mi espada es capaz de medirse contra Durandarte, que según dicen es la
que lleva Roldán. No es posible dudar, nosotros seremos los vencedores y morirán
todos los franceses. Os lo aseguro, señor, será un día de afrenta para Carlos
el día de la derrota de Roldán y los doce pares de la dulce Francia. Jamás
podrá Carlos llevar la corona.
-Debo ir a Roncesvalles para humillar el orgullo de los
franceses, encontraré a Roldán aunque se esconda bajo tierra y le cortaré la
cabeza. Lo mismo haré con Oliveros y con los doce pares. Cuando hayan muerto
los franceses de la retaguardia de Carlos, Francia morirá con ellos y Carlos
lamentará haber nacido.
Se acercaron luego Estercuel y Tamarite, felones y
traidores.
El rey Marsil les dio una orden seguro de su cumplimiento:
-Acercaos señores, es mi voluntad que vayáis a Roncesvalles
con mi ejército. Cruzaréis los desfiladeros y nos enseñaréis el camino. Que Apolo
y Mahoma os premien y de mí recibiréis la ofrenda debida.
-A vuestras órdenes, noble señor. Seremos vuestros guías –respondieron
los dos traidores con una sonrisa-. Jamás hubo más fieles servidores que
nosotros pero queremos luchar en el ejército y atacar a Roldán y a Oliveros
cortando sus cabezas. Tenemos para ello espadas con buen filo. No descansaremos
hasta que queden empapadas en sangre caliente. Morirán todos los franceses y
Carlos llorará mucho tiempo por sus paladines. Conquistaremos la Tierra Mayor y
el propio Carlos será vuestro esclavo.
Cuando terminaron de hablar Estercuel y Tamarite el rey
Marsil quedó muy satisfecho, entonces llegó ante él Margaris de Sevilla. Era
muy apuesto y valiente y suya era toda la tierra hasta Cazmarinos. Se acercó al
rey y pidió permiso para hablar, cuando se le dio venia dijo lo siguiente:
-Han hablado muchos y yo seré uno más. No temáis señor, iré
a Roncesvalles y mataré a Roldán. Tampoco escaparán Oliveros y los doce pares.
Aquí tengo una espada con empuñadura de oro, regalo del emir de Premisán. Esta
espada pronto quedará teñida por sangre francesa. Serán derrotados y sufrirán
vergüenza por ello. Carlos el viejo, el de la barba florida, tendrá mucha pena
y disgusto. En menos de un año conquistaremos toda Francia y acamparemos en
Aquisgrán y San Dionisio.
El rey Marsil se inclinó con profunda satisfacción. Sus
barones eran valientes y osados, con ellos no podría ser vencido jamás.
Después llego Chernublo de Monegros, el de la larga
cabellera. Cuando estaba de buen humor presumía de poder acarrear más peso que
el que llevaban cuatro mulos bien cargados, se contaban sobre él peregrinas
historias.
Alguien llegó a decir que en el país dónde nació no brillaba
nunca el sol, ni caía la lluvia, ni cuajaba el rocío. Muchos estaban
convencidos de que la morada de Chernublo era el mismo infierno, tan terrible
parecía el infiel con sus terribles ojos que desprendían llamas y su larga
cabellera que barría la tierra…
Chernublo obtuvo del rey venia para hablar y así dijo estas
cosas:
-Tengo una espada invencible, con ella mataré a Roldán y a
todos los franceses. En Roncesvalles mi espada se volverá roja de sangre y mi
gloria será grande. Creed en mis palabras; conquistaré con mi esfuerzo la
Durandarte de Roldán, mataré a todos los franceses y Francia quedará sin
hombres.
Habían hablado todos los paladines de Marsil, a todos dio
las gracias el rey y les prometió grandes honores.
Con los paladines se unieron cien mil infieles, anhelantes
de combate. Se armaron cerca de allí, en un bosque de abetos.
8.-Roldán y Oliveros
8.-Roldán y Oliveros
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