En un estudio del célebre etnografo Julio Caro Baroja titulado "La significación de algunas danzas vasco-navarras" describe con precisión la Danza de Ochagavía a la que ya le dedicamos su entrada. Su estudio, centrado en la iconografía dice así:
El día
de la Virgen de Septiembre, es decir, el 8 de aquel mes, fiesta del pueblo
navarro de Ochagavía, en el valle pirenaico de Salazar, se celebran las
fiestas. Es patrona la Virgen de Muzquilda, que está en una ermita construida,
según dicen, sobre los restos de una iglesia de caballeros de San Juan o acaso
templarios. Pero, en fin, esto no nos interesa. Luego de celebrada la misa, en
una hermosa pradera cubierta de una hierba fina, verde y rodeada de árboles
magníficos, sobre los que se ven los riscos y pastizales de carácter ya
distinto a los propios del país vasco en Guipúzcoa y en la zona navarra del
Bidasoa, se celebra, en medio de la expectación general, la danza
interesantísima que vamos a describir.
Al
son de la gaita y el tamboril, de una gaita chillona y de un tamboril monótono,
tocado en otra época por un viejo que iba de fiesta en fiesta con el gaitero (o
los gaiteros), salían ocho mozos danzantes, con pantalones blancos, camisa del
mismo color, abarcas vistosas, polainas con cascabeles, mozos de cuyos cuellos
pendían anchas cintas de telas diferentes, tocados con un caprichoso gorro, de
forma cónica.
Estos
mozos, de los que no conozco la designación, el nombre especial, iban dirigidos
por una especie de jefe, llamado el «Bobo». El «Bobo», es una figura
interesantísima.
La máscara le es característica, hace que recuerde de un modo sorprendente, a las figuraciones del dios Jano. Por delante, correspondiendo con la cara real del individuo, el «Bobo» aparece como un hombre barbudo, de barbas con un mechón blanco y tez también blanca completamente: por detrás, el «Bobo» es un hombre barbudo asimismo, pero con la cara negra u oscura. «Viva Bobo» reza un letrero que tiene bordado en la espalda.
La
danza tiene varias partes, varios números y figuras: en unas, los danzantes
usan los palos y en otras pañuelos. La figura primera es la llamada «El
Emperador»: consiste en un entrecruzamiento de dos grupos de cuatro que, con
sus palos, se golpean. La figura segunda, con otro ritmo, propiamente
una «makil dantza», consiste en un entrecruzamiento parecido al de la primera.
La tercera figura, es el «Tru-la-lá», más rápido y alegre aún que los
anteriores. En cambio la quinta, a la que se llama el «Modorro», como su nombre
lo indica, es muy lenta. Los danzantes golpean el suelo con sus palos, como si
estuvieran escardando, y quedan en ocasiones como hipnotizados o dormidos.
Luego, hay unos juegos de pañuelos y una escena curiosísima. El «Bobo» pasa
bajo sus compañeros, que sostienen los pañuelos formando triángulos sobre su
cabeza, simulando él también la escarda. Una jota final, individual, en que
cada uno baile en honor del que le sigue, parece cerrar la danza. El último en
bailar dicha jota, es el «Bobo», y consta ésta de tres partes: pies
entrelazados, giros y andorga.
Al día
siguiente, hay un banquete para los danzantes. Si se compara la estructura
de esta danza con la
«jorraiz-dantza» y la «makil-dantza», se vé el estrecho parentesco que tienen
las tres. El paloteo y la escena fingida, les son comunes. La identidad del
pellejo golpeado o pasado por las filas de danzantes, con el «Bobo» que pasa
bajo éstos, parece, pues, cierta. De esta identidad se puede deducir que todas
estas danzas, en un principio, se debían celebrar en una fiesta especial del
año, y que la fecha patronal en que se celebran actualmente, nada tiene que ver
con ella.
Haciendo
un razonamiento lógico, se puede pensar que una simulación del trabajo con
escarda o azada, debía de tener lugar, si con ello se quería obtener algo, como
parece que se pretendía, en el momento en que realmente se hiciera el trabajo
en los campos: es decir, en la primavera o en el invierno, nunca en pleno
verano. La fecha del carnaval en que se hacía el baile en Guipúzcoa también,
parece convenir más a tales bailes, por tanto, que la del 3 de agosto o el 8 de
septiembre, aunque acaso haya de retrasarla más, si se tiene en cuenta que
«jorrailla» mes de
la escarda, es la denominación propia del mes de abril en algunos dialectos o
del de marzo.
En lo tocante a la significación interna de las danzas, algunas
dudas pueden ofrecerse al lector. En el baile de Ochagavía, vemos que de la
primera a la tercera figura, el ritmo se va acelerando; en la cuarta parece
adormecerse, en cambio. Esto indica, acaso, el ritmo de las labores del campo o
el mismo de las plantas en su desarrollo. El final en la «jorrai dantza» y en
la «makil dantza», representa claramente una expulsión.
En la danza de Ochagavía, la expulsión no es tan clara, pero
la naturaleza del personaje que pasa entre las dos filas de danzantes, está muy
definida. Ya no es el pellejo de significación problemática, sino una especie
de Jano, una especie de ser de doble naturaleza el que aparece. ¿Qué es o qué
representa éste? He aquí lo que —si mis razonamientos no son infundados— se
verá en el capítulo siguiente, con cierta claridad.
En el siguiente capítulo, Julio Caro Baroja describe un rito romano recogido por Plutarco que consistía en danzas en las que se golpeaban danzas y escudos.
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