RENOVACIÓN
Pequeñas marchas hice; yo las haré mayores;
conoceré, de vista, todos estos pastores;
me habrán hablado todos, cuando salga de aquí;
El camino que lleva del alto de Ibañeta
al redondel de piedras del romo Orzanzurieta,
por las pasadas que hice, se acordará de mí.
Sabré encontrar las fuentes, por sendas de cabreros;
En qué parte da el monte los mejores maderos
y qué encinas se tronchan para tostar carbón;
sabré dar con el jarro de leche, en las chabolas,
empujaré sus puertas, si las encuentro solas,
y pagaré, dejando medio pan, mi ración.
Cuatro días más tarde, daré con el cabrero
de quien bebí en la jarra, cruzando el hormiguero
de los rebaños, puestos á venta, en un ferial;
le hablaré de la leche que me tomé á fiado;
me hablará de aquel pan, que le dejé á contado;
y, en dos pintas de vino, nos haremos cabal.
Renovará, en los usos, mi vida, sus caudales;
tantos rústicos modos me serán naturales,
que olvidaré el cansancio, que traía, de mí;
tantas palabras muertas encontraré, aquí, vivas,
y haré acopio tan grande de formas expresivas,
que no he de ser el mismo, cuando salga de aquí.
¡A pasto, á pasto, bocas de mis ansias mejores!...
Enfilaré los puertos, pisaré los alcores,
la dueña al lado; el hijo delante, en un pollino;
no han de ser, en dos meses, otros nuestros trabajos,
que andar, de pueblo en pueblo, por todos los atajos
y entrar en las posadas, las noches de camino.
Del Guirizu taimado que, al que está en la llanura,
le esconde, en un repliegue, la mitad de su altura,
todo el valle veramos, una tarde serena:
Francia al norte, cercana; tierra basca á occidente;
á mediodía, el pico de Monreal; y, enfrente,
de los montes de Jaca, la picuda cadena.
Y así, luego, trillando la senda que escogimos,
nos sentiremos parte del paisaje, que vimos
en el Guirizu abrupto, bajo sus corvas hayas;
diferenciarse, lo antes uniforme, veremos;
y según que nos abran sus puertas, sentiremos
de los distintos pueblos, las diferentes layas.
Val de Arce dilatado y Val de Ayézcua arisco;
el uno intenta industrias; y el otro tiene aprisco;
aquél urde caminos, y éste pisa montañas;
los lugares que entrambos llevan en su regazo,
ya muestran, en lo vario de la aptitud y el trazo,
la diferente sangre que corre en sus entrañas.
Burguete, que ha crecido de estar junto al camino;
Arrieta, en que, al recuerdo de buen vino,
aún veo sonreírme la moza del mesón;
Espinal, con sus blasones en los anchos portales;
y Aoiz en auge, centro de fuerzas industriales,
que palpita, en el llano, como un gran corazón.
De esta parte, la vida se adapta y se renueva;
la ruta cambia en oro las fuerzas que se lleva
los polluelos son éstos y la clueca es Pamplona;
una Pamplona rica de actividad materna
atenta á su prosapia, que trabaja y gobierna
con abarcas, debajo de la férrea corona.
Y el otro lado, ocultos, metidos en la falda
del monte, entre peñascos, los lugares:
Garralda,
nombrada en sus rebaños, y en sus potros famosa;
tiene en alto la iglesia, y en ella, un soportal
que encierra el marco esbelto de la puerta ojival,
en la mancha rojiza de su masa terrosa.
Hija del río, al lado del camino en declive,
en lo angosto y profundo del valle, surge Aribe
con su gran puente, en ruinas, tapizado de hiedra;
en una paz de idilio de huertos y trigales,
¡aún la veo, escalando sus peñas laterales,
entre bojes y robles, por caminos de piedra!
¡Recodos los del monte, silencio en los recodos!
¡Qué apartado me encuentro de los humanos todos
oyendo, por las hoces, mis pasos resonar!
Pero ¡qué valor toman las humanas pisadas
que, en roca viva, á fuerza de andadas y de andadas,
trillan estos senderos, de lugar á lugar!
Rosa entre cardos eres, para tus peregrinos,
Villanueva de Ayézcua, huérfana de caminos;
Villanueva de Ayézcua, la más vieja de todas;
en tu esquivo retiro, rica de aristrocracia,
no olvidaré tus fuentes, ni la harmoniosa gracia
con que, en el hondo valle, te esparces y acomodas.
Cortado á pico, el monte, que es, todo él, una peña,
su masa oscura aviva tu gracia lugareña;
Villanueva de Ayézcua, de casas señoriales,
¡bien hallada, la moza de los pasos ardidos,
y, en sus manos, la herrada, con los aros bruñidos,
que coloca en la fuente de caños manantiales!
Que te protege, dinos, y no que te sepulta,
esta loma que á todas las miradas te oculta,
y que, en tanto silencio, te obliga á tanta paz;
tus mozas, con sus trenzas pasándolas del talle,
tienen, cruzando, al vernos, con rapidez, la calle,
un pánico gracioso de ardilla montaraz.
Villanueva de Ayézcua, de casas señoriales,
me voy con la nostalgia de hacer, en tus portales,
la charla, anochecido, con tus clásicas viejas;
las he visto, á hurtadillas, mirar por las ventanas,
enérgicas, huesudas, cubriéndose las canas,
la toca negra, atada detrás de las orejas…
De esta parte, la vida, como toca al origen;
no altera, todavía, las leyes que la rigen;
y es secular y joven, como la roca viva;
Val-de-Ayézcua entre montes, me hiciste rastrear,
por estas angosturas, de lugar en lugar,
bajo mi España, aún fuerte, la veta primitiva.
Saldré de estos peñales con un canto de guerra;
sobre todas las tierras, ensalzaré mi tierra;
seré agresivo contra todo exótico intento;
queda aquí el reservorio de la raza nativa;
¡y hay piedra, en estos montes de soledad esquiva
donde tallar los arcos para un Renacimiento!
Eduardo Marquina,
1912
El autor llama al Valle de Aezkoa “Ayézcua” lo que nos
pone en la pista para encontrar otros documentos donde el valle aparece con
este nombre (ya no hay que revisar Aezkoa y Aézcoa, también Ayézcua para
encontrar curiosidades y referencias al valle). En contraposición a esto,
menciona Aribe, con B (se supone que en euskera) y no con V, que es como se
escribe en castellano. Describe el puente “romano” de Aribe antes de su
restauración: cubierto de hiedra.
Me llama la atención que describe la antigua iglesia de
Garralda, situada en donde hoy se halla su cementerio, que tiene un buen número
de estelas discoidales, antiguas y modernas. De esta antigua iglesia no he
encontrado ninguna foto; sé que su piedra se utilizó para hacer la iglesia
nueva, así que la descripción que hace de su portalada es una de las pocas referencias que existen al
templo desaparecido.
Por lo que leo, Eduardo Marquina estaba pasando una
crisis existencial y se plantó en Roncesvalles buscando respuestas y consuelo.
Parece que el Pirineo Navarro y su rutina bucólica le devolvió la energía y
puso su mente en paz, especialmente su estancia en el pueblo de Hiriberri
(Villanueva de Aezkoa).
Del Pirineo Navarro, la virgen de Roncesvalles y su
estancia en los valles limítrofes trata su libro de poemas “Tierras de España”.
Le marcó tanto la experiencia que tiene una obra de
teatro cuyos protagonistas masculinos son un tal Ayézcua y un tal Salazar. Esta
obra de teatro se llama “Cuando florezcan los rosales” (“rosa entre cardos eres…”)
y transcurre en una casa rural de la montaña navarra.
Bueno, pues hasta aquí la entrada de hoy sábado.
¡Desde el ayuntamiento de Garralda me han enviado dos fotos en las que se ve la iglesia! No se aprecia su portalada pero ya tengo material gráfico que os dejaré por aquí en algún momento :D ¡Gracias!
ResponderEliminar